jueves, 29 de abril de 2010

ARMADA 92






Angostura- La Catedral- Familia mantuana.




De Angostura a Los Castillos- Evacuación Realista. 1817
Los auxilios solicitados al general Morillo por los sitiados, no terminaban de llegar y aparentemente no llegarían jamás. No había ya nada de comer para la tropa, a estos males se agregaba la aparición del temido “vomito negro” (la fiebre amarilla) que hacía morir a muchos habitantes cada día. Las condiciones se hacían intolerables de hora en hora y no se preveían salidas a mediano plazo, a menos que se tomaran algunas decisiones desesperadas.
En efecto el brigadier La Torre se decidió a actuar. Convocó a las personalidades más influyentes de la ciudad (una junta de notables que procedió a reunirse secretamente en su comando) y les planteó la grave situación. Presentes estaban el gobernador coronel Lorenzo Fitz-Gerald, el Alcalde, el Comandante del Apostadero de Marina, Francisco Echeverría y los demás jefes importantes. Después de extensas deliberaciones, se llegó a la conclusión de que era necesario evacuar la plaza, para dirigirse a las fortalezas de Guayana. Así se podría reforzar la defensa de ellas y en cierta forma mejorar la situación de los pobladores de Angostura al permitir que la ciudad fuera ocupada por el enemigo, cesando con eso el largo asedio y trasladando a los nuevos ocupantes las muchas dificultades de atender a una población civil sumida en la más completa miseria. Una vez que arribaran a las fortalezas de Guayana, donde se esperaba que los recursos fuesen un poco mas abundantes, se podría entonces resolver lo más conveniente para los intereses realistas. Lo importante por ahora era salir de esa trampa que era Angostura ahora, y poder concentrarse en un solo problema.
Se ordenó eso sí, mantener el más absoluto secreto sobre estos planes, con la expresa recomendación de no hacerlos conocer a las tropas para evitar deserciones y otros inconvenientes,como sería por ejemplo la reacción de los "particulares" (como se llamaba antes a la población civil) al saberse entregados a los enemigos insurgentes. Muchos de los soldados realistas tenían a sus mujeres y a sus hijos viviendo en la ciudad, a ellos se les mintió deliberadamente, informándoles que la salida era apenas una operación táctica de corta duración contra un enemigo debilitado y que pronto estarían de regreso a su guarnición. Es obvio que la mayoría de la tropa no llegó a creer esa mentira, por eso los que se embarcaron lo hicieron con mucha angustia y a regañadientes, solo obedeciendo la órden por pura disciplina.
Se reunieron y alertaron todos los barcos disponibles en puerto( el 16 de julio), los cargaron con todo el parque disponible y con todo aquello que consideraban de importancia militar para ser llevado con ellos en la retirada. Nada útil debía ser dejado atrás, o se llevaba consigo o se destruía totalmente.

Pánico entre la población .
La población civil se alarmó (cundió el pánico) y se produjeron precipitaciónes exageradas entre ellos, principalmente por el temor muy fundado de no poder encontrar lugar en los barcos atiborrados apresuradamente.
Los cañones fueron clavados(*) no desmuñonados como era lo deseable, por falta de tiempo y de herramientas apropiadas para tal fin. Algunos cañones fueron enterrados secretamente, con la esperanza de poderlos recuperar en el futuro. Además de la tropa y marinería(2000), procedieron a embarcar unos 2000 civiles(en su mayoría españoles)(***)que habían manifestado expresamente su deseo de abandonar la plaza, para correr la misma suerte de los soldados. No se mostraban dispuestos de correr el riesgo siempre latente de ser sacrificados por los "chucutos".
La escuadra realista se reorganizó con dos flotillas, ahora bajo el mando superior de un veterano marino, el capitán de fragata don Fernando Lizarra, que a partir de ese momento desempeñaría el papel de "comodoro". La flotilla de Echeverría,( que hasta ahora había sido el comandante del apostadero), fué incorporada a la anterior para establecer entre ambas una especie de comando unificado, garantizando así el principio de unidad de mando. Zarpó la escuadra con mucho órden y parsimonia(a pesar del esporádico fuego de fusilería que con poca eficacia ya le estaban hacíendo los patriotas) desde la madrugada.
Esta formación naval estaba integrada por treinta buques de los cuales al menos doce eran catalogados como verdaderos buques de guerra. El convoy navegó sin recibir una oposición seria. Las pocas embarcaciones insurgentes (flecheras en su mayoría) en las cercanías de Angostura se vieron obligadas a retirarse, frente a la compacta formación naval, el aumentado poder de fuego y la superioridad operativa de los buques que tenían en frente.
Enterados de la evacuación realista,los sitiadores procedieron a romper un sector de la estacada y ocupar la plaza de inmediato. La ocupación completa fue dirigida por los generales Bermúdez y Cedeño, cuyas primeras medidas fueron, evitar excesos innecesarios, implantar el órden civil y proveer hasta donde fuera posible, comida y otros auxilios a los desgraciados pobladores que no habían podido o querido embarcarse.
Se publicaron bandos de ley marcial,conminando a la población a evitar el caos, a respetar la propiedad ajena, amenazando con disparar sobre los eventuales saqueadores, de ser necesario.

La narración por la parte española dice que “el enemigo se lanzó a la plaza y desde allí avanzando hacia la bahía, rompió sobre nosotros nutrido fuego de fusilería. Nuestros disparos de metralla lo contuvieron un tanto”.
Muchos equipajes quedaron abandonados en la orilla de los embarcaderos, para caer prontamente en poder de los saqueadores desmandados,que surgieron de repente sin temer a las represalias ya anunciadas de ser castigados severamente por las fuerzas de ocupación.

Llegada de los emigrados a Guayana.
Al llegar a Guayana, (el 19 de julio) los emigrados civiles pudieron desembarcar, y aprovechar para tomarse un descanso muy necesario. El día siguiente desembarcó toda la tropa-menos los enfermos- Claro que las condiciones allí en los castillos eran también muy penosas, de hecho ahora mucho peores debido al ingreso forzoso de un gran contingente en un área confinada, estrecha, miserable e incómoda aún en situaciones normales.
Los civiles al pasar los días comenzaron a protestar y exigir comodidades. Hasta en los mismos militares pudo observar el brigadier La Torre ciertas manifestaciones de descontento, asunto que a sus ojos expertos constituían una evidente señal de peligro. Todavía conservaba vagas esperanzas de recibir los socorros del general Morillo, pero quince días de permanencia en los castillos fueron suficientes para convencerlo que la ayuda no podría llegarle de ningún modo.
El pasado 7 de junio había despachado La Torre para que viajaran a Apure a un capellán, el padre Máximo acompañado del capitán Escalona, con instruciones de informar al general Morillo de las dificultades que estaban enfrentando en Angostura. Nunca llegaron (lo dice el cronista Sevilla) a saber si esta comisión se había cumplido correctamente.Tampoco llegaron a saber el destino de una importante suma de dinero que habían entregado al padre Máximo para incorporarlo a la tesorería del ejército, operando en el centro del país.
Mientras tanto se procedía a ordenar la construcción de montajes rústicos (cureñas) para colocar sobre ellos los cañones tomados de los castillos y poder aumentar así la capacidad artillera de los buques.

Hora de decisiones.
La presión de los patriotas era cada día mayor e insoportable, mucha tropa estaba siendo ahora enviada desde Angostura para reforzar en Guayana a las fuerzas sitiadoras, además Bolívar tenía un número considerable de soldados muy cerca de ahí, en su nueva base de Casacoima y que desde allí hostigaban regularmente y por cualquier medio a la plaza sitiada. Por esa misma circunstancia, los realistas sentían terror de ser rodeados de un momento a otro por una ”maniobra de asalto” de los insurgentes, combinada con medios navales y terrestres simultáneamente.
Para los realistas, las fortalezas se estaban convertiendo minuto a minuto en una peligrosa trampa a punto de cerrarse sobre ellos. Algo habría que hacer para enfrentar este inminente peligro. La decisión no era difícil de tomar, no había mas alternativa que abrirse paso a la brava,antes de que fuera demasiado tarde. La escuadrilla española era relativamente poderosa, bien mandada y perfectamente tripulada. Sabían que les esperaba la escuadra de Brión (**) aguas abajo, y esa escuadra era muy superior aparentemente y se mostraba muy agresiva . Por eso tratarían de hacerle frente a su amenaza aplicando toda la experiencia acumulada en ese tipo de guerra. Existían riesgos inmensos por la desproporción de poder naval, pero eran riesgos calculados y los iban a afrontar con fuerza y voluntad. En su favor existía el hecho de que el río Orinoco estaba crecido en toda plenitud, y por lo tanto navegar a favor de la corriente les concedía una excelente ventaja.

(*)Clavar los cañones era una manera rápida de inutilizarlos para evitar que fueran usados por el enemigo. Consistía en introducir a martillazos un clavo por el orificio ,ojo caliente o chumacera donde se colocaba la mecha. Desclavar los cañones era una tarea bastante difícil y trabajosa. Desmuñonar significaba cortar los dos muñones que servían para sujetar los cañones a las cureñas. Sin dichos muñones,las armas quedaban inutilizadas permanentemente.

(**) La escuadra de Brión al penetrar en el Orinoco en 1817, llevaba como segundo jefe, al capitán de fragata neogranadino José Padilla, el futuro héroe de la batalla naval de Maracaibo y que como Piar murió ejecutado en Bogotá (1828) por presuntamente haber conspirado contra el Libertador.

(***)En lugar de llamarlos "españoles", mas acertado habría sido llamarlos "realistas". En ese tiempo no se acostumbraba mucho a diferenciar a la gente por su nacionalidad de orígen, en principio todos eran españoles (de allá o de acá). La diferenciación existía mas bien referida a las clases, o se era blanco o se era pardo. Los españoles(recién llegados de España) se veían en Angostura y en muchas partes casi como gente de costumbres extrañas,(como vemos hoy a los "sifrinos turistas", ya sean americanos, franceses, ingleses o escandinavos),se les tildaba de exóticos,indiferentes,vacíos, disipados y blasfemos, pero en el fondo, tipos simpáticos e inofensivos. A diferencia del estereotipo aplicado a los llamados "mantuanos" criollos (o indianos como les decían en Europa) que si eran de verdad gente de fingida importancia y de pretendida autoridad, terratenientes, hacendados ricos,comerciantes exitosos,dueños de esclavos,"grandes cacaos" y a veces hasta sujetos fanáticos, conservadores, pichirres y rezanderos. Eran personas por lo común afectadas y pretenciosas, a veces pesadamente intolerables. No se calificaban entre ellos mismos de mantuanos, ese era un término peyorativo que les atribuía el pueblo llano. Se creían más españoles que el mismo Fernando VII y formaban dentro de las comunidades una casta impenetrable y distante. Por cierto que a la hora de las "chiquitas", eran los primeros que pugnaban por salvarse. A esos criollos pudientes y de estirpe se les llamaba "mantuanos" porque sus esposas asistían a todas partes cubiertas con un mantón de Filipinas (de Manila),prenda muy fina y costosa, que pretendía ser una señal de riqueza y poder. Había inclusive una ley colonial que prohibía utilizar esos atributos, a mujeres que no fueran de dicha clase.

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