miércoles, 10 de marzo de 2010
ARMADA 65
La emigración a oriente. (Cuadro de Tito Salas)
Lo que se llamó “la emigración a oriente” fué sin dudas un desastre estratégico de primerísima magnitud. Detrás del ejèrcito de unos 1400 hombres(caballería de Soublette y Carvajal, infantería de Josè Leandro Palacios y los pocos soldados de Luciano D’Elhuyar) se movilizó- el 6 de julio de 1814- gran parte de la población civil, unos 4000 ingenuos ciudadanos agobiados por el terror de lo que se avecinaba y al mismo tiempo impreparados para una empresa tan larga y riesgosa como era el trayecto desde Caracas hasta Barcelona siguiendo-por ejemplo- la infernal vía de la costa (Petare,Guarenas, Guatire, Capaya, Rio Chico, Tacarigua, El Guapo,...y pare usted de contar). Sin duda una carga muy pesada para el ejército, proteger a tanta gente en circunstancias tan penosas y sin mayores recursos para hacerlo.
En principio, cada cual correría sus propios riesgos, riesgos inmensos que muy pronto habrían de materializarse en crueles realidades. Mas de la mitad de una frágil poblaciòn civil que emigraba a la buena de Dios detrás de un ejército casi desmantelado, perdió la vida miserablemente en el intento.
También aquellos que prefirieron quedarse en Caracas, debieron poner su cuota de sacrificios, ante la terrible persecución montada por el inefable comandante Juan Nepomuceno Quero, nombrado por Boves, gobernador militar de Caracas y encargado de reprimir con sangre todo atisbo de disidencia o rebeldía. Así de simple y sin consideraciones.
El via-crucis de los emigrados de Caracas.
“Veinte y tres días (así narra el historiador Dr.Vicente Lecuna )duró la marcha trágica desde Caracas hasta Barcelona ,expuesta a todo género de males, hambre, cansancio, enfermedades, lluvias torrenciales, las fieras de los bosques y los facciosos ávidos de botin, asomados en distintos puntos del tránsito”.
Los corsarios realistas se divertían tiroteando a los emigrados en sus travesías por la orilla del mar.
En los pasos de los ríos el general Bolívar y sus compañeros pasaban a mujeres y a enfermos en las ancas de sus caballos.” …”La travesía de los derrames de la laguna de Tacarigua duró tres dias. Dos goletas enviadas por Mariño al mando de Bianchi y Felipe Esteves”, navegando paralelamente a la costa, pudieron en cierta forma librar a los emigrados de los corsarios españoles”.
Otros autores narran con mayor dramatismo la odisea de los emigrados.”Mujeres violadas en las noches por los mismos soldados que las escoltaban de día, niños inocentes perdidos en la selva y devorados por los tigres o por los caimanes de los caños, serpientes venenosas en cantidades alarmantes., enfermos abandonados a su suerte, conflictos por robo de alimentos y otras pertenencias, suicidios, ahogamientos, deserciones, insubordinación de esclavos, enloquecimientos repentinos, venganzas sangrientas,intrigas, chismes, raterismo,disparos accidentales, sesiones de hechicería, llantos incontrolados,meas culpas, imprecaciones y blasfemias, todo eso montado sobre un dantesco escenario de terror y de perdición” Un gran peligro eran los esclavos cimarrones que abundaban por el lugar, escapados de sus haciendas al comenzar la guerra. También aparecían de vez en cuando partidas de indios flecheros, de los llanos de Clarines, que eran enviados por los realistas a escarmentar a los criollos.
El ejército al principio pretendió poner algún órden dentro de este caos generalizado, al ofrecer a los desvalidos ciudadanos cierto nivel de protección , pero como suele suceder, esta protección fue relajándose a medida que pasaban los días y escaseaban los recursos o sentían que se aproximaban más y más los implacables perseguidores, que avanzaban envalentonados y morbosos sin ninguna clase de restricción,estimulados seguramente por saber - con olfato de hambrientas alimañas- que "allá adelante habría cacería segura".
La retaguardia, encargada de proteger las espaldas de la columna en marcha,al principio ejecutaba con entusiasmo ciertas acciones retardatrices, tal como era su función específica, preparando bloqueos y emboscadas en puntos críticos, desfiladeros, pasos de ríos etc., pero pronto se cansaron de hacer la misma cosa una y otra vez. La marcha era demasiado lenta y el tiempo se hacía demasiado prolongado, aquel ir y venir entre gente menesterosa y desgraciada les causaba excesivo desgaste y aflicción. Además carecían de los necesarios relevos.La flotilla patriota, de vez en cuando, en alguna que otra playa les hacía desembarcar provisiones muy escasas, que a lo mejor optaban por compartir con las personas mas necesitadas,o con las que fueran de su preferencia.
Cesa la protección de retaguardia.
La protección de la retaguardia dejó de prestarse totalmente, esto implicaba que los rezagados- que eran por lo general los más débiles de la partida- al quedar abandonados a su suerte, caían fácilmente en manos de los aventureros que en la ruta acechaban metódicamente, casi siempre con perversas intenciones..
Las mujeres jóvenes-que habían muchas- sufrieron en su gran mayoría atropellos inenarrables.Debían pagar su protección y supervivencia con favores corporales, aceptando sin mas remedio a los desalmados padrotes que abundaban a diestra y siniestra. Y aún las mujeres maduras debían también sufrír o compartir su parte de vejación sin que mucho importaran raza, edad, aspecto o condición social, todo se hacía válido bajo la tradicional e innoble premisa de que “guerra es guerra mijita”.
A menos que para evitar las vejaciones hubiesen preferido morir, picadas de culebras, comidas de caimanes, mordidas por cunaguaros, orinadas por zorrillos o simplemente ensartadas en las inmensas espinas de corozo a que se arriesgaban por estarse ocultando imprudentemente dentro de la maleza circundante.
La futura heroína de la patria,la caraqueña doña Luisa Cáceres fué por cierto una de las que emigró a oriente detrás del ejército en retirada. Pudo llegar finalmente a Margarita, donde conoció al revolucionario Juan Bautista Arismendi y contrajo matrimonio con él. Más adelante,en tiempos de Morillo, doña Luisa sufrió crueles persecuciones, que la historia há registrado ampliamente.
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