jueves, 4 de febrero de 2010

ARMADA 25

Reina Doña Maria Luisa

Manuel Godoy, favorito de la Corte-








Actitud de España frente a la Revolución Francesa.

Tal como era de esperarse, ante los acontecimientos recientes de Francia, España por propia conveniencia trató de oponerse a la revolución al igual que lo estaban haciendo muchos otros estados de Europa. De manera imprudente se lanzó a la guerra contra la Convención Republicana, sin tener planes concisos ni la debida preparación para ello sufriendo como consecuencia derrotas importantes, que motivaron la pérdida de valiosos territorios situados en la Europa misma (Cataluña, Navarra y el País Vasco). Para recuperar esas pérdidas, España tuvo después que negociar desventajosamente. Debió entregar a Francia lo que había sido la parte hispana de la Isla de Santo Domingo a cambio de la devolución de sus plazas europeas. Por último, no pudiendo sobreponerse al enemigo, optó por aliarse a él firmando un tratado de defensa mutua , el llamado ( II )de San Ildefonso (18 de agosto de 1796) . Mantuvieron el pacto en secreto por algunos meses, tiempo requerido para dar el necesario aviso y lograr una mínima preparaciòn de las plazas de América. El 6 de octubre de 1796 el Rey Carlos IV mostró las cartas, procedió a anunciar públicamente la alianza, donde se señalaba como cláusula principal el texto siguiente: “Siendo la Inglaterra la única Potencia de quien la España ha recibido agravios directos, la presente Alianza solo tendrá efecto contra ella en la guerra actual”. Asi ahora, estrechamente unidas, España y Francia buscaron a propósito el enfrentamiento con la Gran Bretaña, que era de hecho el único paìs en condiciones de disputarles la hegemonìa marítima y el jugoso comercio con las Américas, confiados tal vez en que juntas podrían ahora someterla. Se equivocaron rotundamente de cálculo. Si era guerra lo que querían, la tuvieron muy pronto y los resultados fueron desastrosos para los dos aliados.
Las colonias de Demerara y Esequibo (posesiones de los holandeses- aliados circunstanciales de Francia ) fueron ocupadas por los ingleses igual que las islas de Curazao, Aruba y Bonaire. Tambien se apoderaron de las islas francesas de Granada, San Vicente y Santa Lucía en las Antillas de Barlovento.

Pérdida de Trinidad.

España por su parte perdió la estratégica isla de Trinidad (18 de febrero 1797 )(posición débilmente fortificada y pobremente defendida por su gobernador don José María Chacón y por el Jefe de Escuadra don Sebastián Ruiz de Apodaca) ante un desembarco ejecutado allí por las tropas del general Sir Ralph Abercromby que había sido transportado al lugar por la poderosa escuadra del almirante Sir Henry Harvey.
Los ingleses estaban convencidos que conquistando Trinidad , fácilmente se podrìan dominar los puertos de La Guaira y Puerto Cabello, lo cual de hecho haría derrumbarse a Caracas y a toda la Capitanía General de Venezuela.
Otro desembarco intentado en la isla de Puerto Rico (considerado también un objetivo estratégico clave) por fuerzas muy numerosas del mismo Abercromby- pudo por tener mejores fortificaciones , por contar con una guarnición mas numerosa y por conocer yá la suerte corrida por Trinidad-ser rechazado en 1797 aunque con muchas dificultades. La exitosa defensa de Puerto Rico logró salvar en cierta forma y por ahora la integridad de los dominios españoles en América.
En aguas europeas, una escuadra española al mando del almirante don José de Córdoba fue derrotada en el combate naval del cabo San Vicente ( 14 de julio de 1797) por una británica del almirante John Jervis. En esta batalla se distinguió el entonces comodoro Horacio Nelson al tomar por abordaje el navío español San José.

Destitución de Godoy.
Tantos fracasos juntos provocaron la destitución en España del único responsable aparente, el omniprescente ministro Manuel Godoy, a quien la gente del populacho- como siempre tan precisa en sus observaciones y lapidariamente certeros en su costumbre de colocar apodos –habían bautizado como “Manolo Tortillas” ( El ministro Godoy entre sus muchas habilidades poseía una marcada afición por la cocina y gustaba de distraer a los Reyes y a sus familiares mas cercanos preparándoles ricos platos de su propia invención. Los mal intencionados sostenían con merecido sarcasmo, que todo su éxito en la vida lo debía precisamente al uso de los huevos, por eso el sobrenombre de “Tortillas”).

Napoleón exige la reposición de Godoy.
Todo hubiera quedado hasta ahí, a no ser por la (in)oportuna aparición de Napoleón Bonaparte, el otrora fogoso general de los revolucionarios, convertido ahora por su inteligencia, maña y astucia en Primer Cónsul de la República y además de eso, en el árbitro indiscutible de la política europea. Napoleón se percata enseguida de lo útil que le resultaría aprovechar para sus planes y proyectos, la posición dominante de Godoy dentro de la confundida corte española. Por eso exige formal y perentoriamente a su tembloroso aliado -el Rey Carlos- que lo restituya en su anterior cargo, petición que fue recibida con especial complacencia dentro de los miembros de la Real Familia, con excepción hecha de Fernando, el Príncipe de Asturias, quien yá comenzaba a conspirar contra las decisiones de su padre el Rey.

Lo primero que hace Godoy al reasumir su cargo, fué firmar el llamado “ III Tratado de San Ildefonso” (l oct.1800), donde aceptaba nada menos que poner la entonces formidable Armada Española a disposición del muy avispado Napoleón Bonaparte. Este hecho- y con razón- fue mas que suficiente para que España volviera a colocarse (aunque tal vez sin desearlo), en la mira implacable de la Armada Británica, que solo esperaba el momento crucial para arreglar las cuentas pendientes.

La batalla de Trafalgar cierra el ciclo.
La suerte quedó echada desde entonces. En 1805 la escuadra combinada franco-española es totalmente aniquilada en Trafalgar, quedando el dominio del mar, el control de sus costas y de las rutas marìtimas , totalmente y sin discusión, en manos británicas. La situaciòn mundial quedó de ahí en adelante, radicalmente desbalanceada. El recién estrenado Imperio Francés carente ahora del poder naval indispensable, comenzaba también a desmoronarse, era cuestión de tiempo nada mas, arrastrando en su caída a una España ingenuamente sacrificada , víctima indudable de la incompetencia de sus dirigentes.










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