LA ARMADA REPUBLICANA. LA SEMILLA ORIGINARIA
Herencia de la Armada Española.
Al declararse la independencia de la Capitanía General de Venezuela el 19 de abril de 1810, aquellos americanos que habían sido españoles en la víspera amanecìeron de repente siendo otra cosa. Tal como se ha señalado, los sucesos en España crearon tanta confusión e incertidumbre que se hacía necesario actuar con premura y con mucho carácter para corregir los innumerables entuertos, confusiones y discrepancias que se estaban desarrollando en todas partes.
Un vacío de autoridad no era lo mas deseable en el extenso panorama del mundo español,y mucho menos lo era aún frente a la oportunista intervención de los franceses en España y la ausencia del legítimo monarca (Fernando VII) prácticamente prisionero de Napoleón Bonaparte en la localidad francesa de Bayona.
Desde las lejanas épocas del descubrimiento, la conquista y la colonia,la Armada Española estuvo presente en sus posesiones de América, en proporción que variaba de acuerdo a los acontecimientos y a las necesidades propias de cada momento.
El eje vital de las actividades de la Armada se concentraba en la isla de Cuba, que fué desde siempre el más importante centro de control militar español en América. Le seguía Puerto Rico en orden de importancia, luego México y finalmente Cartagena de Indias. Sin embargo, las unidades de la Armada estaban distribuidas estratégicamente en todo el territorio colonial,en la cantidad ,calidad y composición que se consideraba prudente.
En Buenos Aires, en Puerto Cabello, en Panamá ,en Maracaibo se encontraban siempre operando buques de diversos tamaños y características, confiados a mandos muy idóneos, correctamente organizados y desplegados para cumplir con las misiones que les fueran asignadas en una época excesivamente coyuntural.
Venezuela en realidad tuvo para España una importancia estratégica marginal. Sus intereses en el Caribe estaban enfocados posiblemente en otras direcciones consideradas mas relevantes.
Puerto Cabello era el principal apostadero naval existente en las costas venezolanas, además de Maracaibo que servía como apostadero auxiliar en apoyo de Puerto Cabello. Las tareas y obligaciones de ambos apostaderos eran realmente de escasa trascendencia, enfocadas a labores de guardacostas principalmente y en persecusión del contrabando, una actividad que se multiplicaba exponencialmente en todo el litoral de la Capitanía General.
Los buques disponibles eran pocos en cantidad, posiblemente anticuados y de escaso poder combativo, normalmente categorizados como goletas o bergantines, es decir de clasificación menor. En caso de una verdadera emergencia, las autoridades navales españolas creían estar en capacidad de acudir y apoyarse en la cercana Cartagena de Indias donde sí se podía contar con fuerzas de envergadura un poco mayor.
Si la emergencia era todavía superior entonces se echaba mano a todo el poderío naval concentrado en La Habana o en Puerto Rico, donde existían instalaciones de primer órden comparables o tal vez mejores que las de Cádiz o del Ferrol en la península misma.
Siendo ahora Venezuela independiente por propia decisión, entonces sus instalaciones gubernamentales civiles y militares debían seguir el mismo destino,incluyendo todas las unidades terrestres,su oficialidad y personal de tropa,las bases navales, los buques de guerra y las dotaciones respectivas.Todo se recibía como herencia. Muchos de los oficiales y las tripulaciones que servían en esos buques y en los diversos apostaderos, ahora simplemente pasaban a figurar en la nómina de la Armada Republicana. Nadie les llegó a preguntar si deseaban continuar haciéndolo o nò, ni se cree que ellos llegaron tampoco a oponerse a un asunto que parecía como muy lógico y normal. Mas tarde llegaría el momento de arreglar algunos detalles, si es que era necesario arreglarlos. Por ahora y hasta nuevo aviso debían seguir cumpliendo con sus tareas específicas y así lo hicieron en su mayoría. El gobierno estableció que mientras no se decretaran nuevas Ordenanzas o Reglamentos para conducir a la naciente Armada, la institución debería continuar rigiéndose por los muy completos textos de las ordenanzas navales españolas. Como cosa curiosa, dichas ordenanzas continuaron vigentes y aplicables hasta muy avanzado el siglo XVIII, sufriendo pocas modificaciones o adaptaciones en su contenido.
Las estructuras de organización, tácticas, jerarquías, uniformes y procedimientos eran casi perfectas y su utilización por la República nunca llegaron a causar contradicciones ni malos efectos, por eso se explica su permanencia tan prolongada.
martes, 23 de febrero de 2010
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