jueves, 18 de febrero de 2010
ARMADA 37
Miranda Precursor. Por una ruta extraviada. La recalada a Bonaire se frustró. Supuestos errores de pilotaje, o lo vientos o las corrientes,o la mala espina, desviaron la ruta demasiado hacia la derecha hasta muy adentro de las aguas territoriales españolas,precisamente dentro del Golfo de Venezuela. Si el objetivo era Bonaire, nada había que buscar penetrando en el golfo. Estando allí, se debía temer la presencia de naves de guerra españolas entrando o saliendo de la boca del lobo, el lago de Maracaibo. Al llegar la noche sin puntos de referencia debieron mantenerse "en facha" esperando el nuevo amanecer. El espacio entre Cabo San Román y la costa de la Goajira era nada recomendable para navegar sin prácticos. Era necesario evitar acercarse a la Goajira, los vientos y las corrientes pudieran arrastrarlos sin remedio hacia la perdición. Las costas de Paraguaná, se podían ahora identificar a considerable distancia por el costado de babor y eso para los expedicionarios era supremamente indeseable, porque en esa zona si que existía el peligro de encuentro con los españoles, que de seguro los estarían esperando . Era entonces necesario salir de ahí urgentemente, intentando ahora como única alternativa la trabajosa remontada proa a barlovento (" a la bolina"), apuntando avanzar mucho mas arriba de Aruba, con la esperanza de sobrepasar a Curazao por el lado de afuera, para finalmente recalar en Bonaire de ser posible. Por lo menos esas islas estaban bajo control de los ingleses en los actuales momentos, minimizándose así el peligro de encuentro con españoles o franceses. Los buques de la flotilla no eran muy apropiados para ese tipo de maniobras, las goletas eran viejas y frágiles, mal tripuladas y poco confiables. Se había cometido un importante error de pilotaje, lo que al final de cuentas resultó un tanto difícil y laborioso de precisar y sobre todo de corregir,allí donde los vientos del este y las corrientes se presentaban muy desfavorables. Para ellos era ya conocido que las corrientes dentro del golfo, resultaban muy impredecibles y anómalas. No seguían un patrón regular como sucede mar afuera. Remontar de regreso, golfo afuera con vientos contrarios para después enrumbar de nuevo hacia Bonaire que estaba todavía lejano de alcanzar, no era tarea de principiantes ni de malos barcos. Oportunamente, se decidió no afanarse en luchar contra los elementos, mejor era cazar moderadamente el viento y dejarse aproximar a la buena de Dios, tentativamente hacia Aruba que estaba ubicada mucho mas cerca y directamente al frente . De todos los males el menor. Miranda, cauteloso y ladino-aunque ignorante total en cosas de marina- nunca llegó a estar convencido de que estos errores fueran accidentales. Sospechaba de que la desviación había sido inducida a propósito, de mala fé, tal vez para crear artificialmente motivos que hicieran suspender el proyecto. Tantas cosas negativas sucediendo a cada momento, no parecían ser ahora producto del azar. El extraño comportamiento del capitán Thomas Lewis y sus diatribas constantes con Miranda y con los demás, contribuyeron a colocarlo en estado de razonable sospecha. Desde los fallidos preparativos en Haití, los retardos inexplicables, la separación extraña del bergantin “Emperor”, hasta los diarios inconvenientes durante la travesía, permitían desdibujar una perniciosa influencia del capitán Lewis. Miranda cuya perspicacia no se pone en duda, asesorado esta vez por algunos miembros de su Plana Mayor, ideó un sistema de control mas o menos rígido que serviría -según él- para mantener un seguimiento al derrotero del buque y verificar el cumplimiento exacto de los itinerarios. Un “oficial de dia” nombrado por la “Orden General” estaría encargado de llevar anotaciones detalladas del progreso del buque,de las variaciones de rumbo, de blancos avistados, de anotaciones en la bitácora, en fin todos los detalles necesarios para una navegación ordenada y precisa. Diariamente o cuando fuera requerido este oficial de guardia debería informar al general en jefe sobre cualquier novedad, estando autorizado en caso de emergencia para dirigirse a éste a través de su ayudante Smith, o personalmente si fuera necesario. Miranda Precursor. El problema de las banderas. Otro problema preocupante era precisamente el de las banderas. Era ya obligatorio en esos tiempos que todo buque navegara con determinada bandera de registro. El “Leander” particularmente estaba registrado en Nueva York y por lo tanto debìa enarbolar la bandera norteamericana. Navegar sin ninguna bandera no era lícito ni aconsejable. Quien lo hiciera podría ser detenido en alta mar por cualquier nave de guerra de algún paìs y en caso de no poder justificar su falta de bandera serìa tratado como delincuente y remolcado para sometimiento a juicio. Tampoco podría un buque izar una bandera nacional sin tener la explicita autorizaciòn o patente del respectivo país. Mucho menos se podía estar inventando banderas a gusto del cliente, como lo hacìan los piratas dos siglos atrás. Eso los habría convertido en piratas por definición. Una bandera para ser respetada debía pertenecer a un Estado debidamente reconocido. La bandera de Miranda no pertenecía a ningún país conocido y es por esa razón que no se atrevía a izarla mientras navegaba en alta mar. Si lo hizo una vez en Jacmel- todavìa en puerto- fuè como un recurso arbitrario para levantar la moral decaída de sus acompañantes. Y en cuanto a la bandera norteamericana, bien podrìa usarla en aguas internacionales y en aguas territoriales de otros países siempre que lo hiciera de buena fé y pacíficamente. Pero utilizarla con malicia para agredir a terceros, era un asunto diferente y excesivamente grave. Por esa misma razón fué que Miranda se abstuvo de izarla al operar en la Costa Firme de Venezuela. Miranda Precursor. Recalada forzosa a la isla de Aruba. La recalada a Aruba se produjo el 11 de Abril de 1806, y en sí fué una maniobra difìcultosa por causa de los fuertes vientos predominantes en la zona. Allí debieron identificarse ante dos buques contrabandistas armados, que confundieron al “Leander” y sus goletas con guardacostas españoles y les dispararon cañonazos de advertencia. Una vez aclarada la situaciòn , procedieron a fondearse en el sitio que les parecìa màs conveniente. En esa isla procurarìan completar el aprovisionamiento de agua y víveres que yá estaban escasos. El agua dulce era sumamente difícil de obtener y de pésima calidad . La presencia en la isla de gran cantidad de cabras salvajes y aparentemente sin dueños, sirvió para que algunas partidas de caza lograran obtener carne en abundancia. La carne de estas cabras - flacas y desnutridas - no era precisamente muy apetecible para la tripulación y pasajeros, aunque no habiendo otro recurso a disposición, debieron aceptarla sin replicar. Por órden del general en jefe se estableció un campamento cerca de la playa. Sería utilizado este paraje para ejercitar a las “tropas” en el manejo de las armas y en aquellas evoluciones consideradas necesarias para combatir en escaramuzas. El teniente coronel George W. Kirkland, un militar de verdadera experiencia; dirigía los entrenamientos con mucha dedicación y eficacia, pudiéndose observar en corto tiempo resultados excelentes. Al final,el general Miranda ceremonioso como siempre, pasó revista a las tropas , presenció algunas demostraciones y manifestó su conformidad con el progreso logrado. Públicamente felicitó al coronel Kirkland y a todo su equipo de instructores. .
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