sábado, 13 de febrero de 2010

ARMADA 31

Miranda Precursor
Llegada del “Leander” al puerto de Jacmel.


Efectivamente, el “Leander” arribó a Jacmel el 18 de febrero de 1806. Un piloto local subió abordo para guiar la nave hasta el punto de anclaje. Producto de una errada decisón de ese práctico, se largó el ancla en el momento y sitio inadecuados., resultado la pérdida de la misma y de unas 50 brazas de cable. La maniobra hubo de ser repetida con la consecuente pérdida de tiempo y esfuerzos. Una vez asegurado en su nueva ancla, el “Leander” siguió teniendo lamentables contratiempos. Uno de los botes salvavidas,en el momento del ser arriado desde la popa se soltó de sus amarras cayendo estrepitosamente al agua.

Una nave embrujada?
Con él cayeron también algunos individuos de la tripulación que estuvieron a punto de morir ahogados. Aunque a duras penas se lograron salvar , gracias a la pronta actuación de otros tripulantes, pronto quedó en el ambiente una extraña sensación de que todo estaba saliendo mal, llegándose a insinuar solapadamente que esa mala suerte era producto de un ominoso hechizo pendiente sobre el barco , o que la misteriosa expedición estaba “embrujada” desde sus mismos comienzos.
Tantos incidentes y en forma tan seguida solo contribuían a caldear los ánimos de todas las personas. Se presentó un grave incidente entre el capitán Lewis y uno de los oficiales superiores embarcados. El coronel William Armstrong, un empleado de Ogden y el más antiguo componente de la expedición después de Miranda intentó castigar por vía directa a un miembro de la tripulación del barco.El capitán Lewis se opuso con mucho carácter manifestando que en aquellos asuntos de disciplina interna que involucrara a los tripulantes de su propio barco , era él como capitán quien tomaba las últimas decisiones, sin permitir que su autoridad fuera suplantada . De acuerdo con los usos y costumbres el capitán tenía toda la razón; para poder hacerse era necesario consultarle y obtener su autorización expresa. La disputa se complicó sinembargo cuando el general Miranda , poniéndose al lado de Armstrong intentó desautorizar al capitán Lewis con el discutible argumento de que estando el buque y su capitán bajo las órdenes suyas, era él quien mandaba en última instancia y no el capitán propiamente dicho. Lewis replicó al general que “era su deber informar a Su Excelencia que ni él ni ningún otro tienen nada que hacer con respecto a la disciplina del barco y que mientras él comandase el buque tendría buen cuidado de no permitir a nadie asumir una autoridad que solo estaba por derecho en sus manos". Olvidaba o ignoraba tal vez Miranda aquella norma universalmente aceptada, de que a bordo de un buque insignia donde se aloje el almirante de una escuadra , la máxima autoridad interna la ejerce el capitán y nó el almirante embarcado. Este comanda a todos los buques de la formación en forma colectiva, pero no gobierna a ningún buque en forma particular. Se trata de un principio protocolar sagrado, es la regla de oro que se aplica en todos los casos, incluso cuando un Rey, un Príncipe o un Presidente embarcados, deben compartir la mesa con el comandante, es el comandante quien conserva el privilegio de presidirla y no le está permitido ceder su puesto bajo ninguna circunstancia. En cualquier caso el dignatario invitado a la mesa del capitán es ubicado en el puesto de honor a su derecha , lo que equivale definitivamente a rendirle a aquel un supremo e incomparable homenaje y el dignatario lo debe entender así. No se concibe ni está permitido que por debilidad , zalamería ,adulancia o capricho, el comandante ceda su puesto a una autoridad superior. Son las reglas inmutables y punto. En los buques insignia, los almirantes suelen tener su propio comedor (distinto al del comandante) y donde sí pueden bajo los mismos parámetros , presidir su propia mesa.
A estas alturas nada se sabía del bergantin “Emperor” que había salido mucho antes para Haití y se suponía anclado en Puerto Principe.
Miranda decidió instruír al capitán Thomas Lewis y al mayor William S. Smith(ayudante de Miranda) para que se transladaran por via terrestre a Puerto Príncipe e informaran al comodoro Lewis la llegada del “Leander”a Jacmel,solicitándole su inmediata incorporación a la expedición en ese mismo puerto,tal y como previamente había sido acordado.
La espera en Jacmel se hacía interminable. Los emisarios de Miranda (Lewis y Smith) regresaron con malas noticias. El capitán del “Emperor” se niega rotundamente a cumplir con lo prometido y manifiesta su intención de no unirse a la expedición de Miranda.
Para Miranda y sus expedicionarios aquello fué una verdadera calamidad, un golpe muy duro al considerar que muchas de sus esperanzas estaban cifradas en la intervención del mencionado bergantin y que se veían ahora gravemente frustradas con la negativa de Lewis. Se supone que la actitud claudicante de este capitán
se debió a las recomendaciones maliciosas y a las intrigas de su propio hermano Thomas Lewis (comandante del “Leander”) ahora muy resentido y disgustado con el general Miranda. Posiblemente las experiencias de Lewis al lado de Miranda en el corto tiempo transcurrido desde Nueva York a Jacmel, sirvieron a aquel para tener una idea clara y quedar convencido de que la proyectada expedición dejaba mucho que desear, lo que había era todavía algo muy frágil e indefinido, mas bien parecía un arranque de fanatismo quijotesco que una operación seria y prometedora. Y se daba cuenta también el capitán, que esa empresa, por la poca solidez que mostraba, bien podría tornarse en algo peligroso a la larga,cuando llegara el momento de enfrentarse a un enemigo decidido y numeroso. Además, las condiciones del contrato decían que solo sería empleado el buque para llevar un cargamento a un indeterminado lugar de Costa Firme, desembarcarlo y luego regresar a Jacmel sobre la marcha.Eso de participar en un ataque militar a posesiones extranjeras, no había sido planteado en detalle, solo comenzó a figurar después en los esquemas fantasiosos del general Miranda, cuando ya todo iba en camino. Parecía que las cosas no habían sido planteadas con suficiente claridad. El capitán Lewis era ante todo, representante del armador Ogden (su cuñado) y debía velar por los intereses de aquel además de cuidar por la integridad de su buque y de la tripulación a su mando.
Es fácil presumir que este inconveniente marcó desde fecha temprana el destino de todo el proyecto.
Es muy probable también que un decepcionado Lewis deseara y actuara en secreto para que la operación se interrumpiera, que se retardara o fracasara por un motivo u otro, aunque aparentando estar de lleno comprometido en ella. Eso explica su actitud errática y conflictiva de ahi en adelante.
La falta del “Emperor” equivalía a que la expedición perdiera mucho-mas de la mitad de su potencial combativo, la autosuficiente flotilla dejaba de serlo y tendría que conformarse de ahora en adelante con soluciones de emergencia y otros arreglos poco satisfactorios y adecuados.
El ayudante Smith dinámico y eficiente, intentò por su parte buscar una solución que remediara parcialmente aquella situación tan perjudicial. Y propuso al agente de Ogden en Puerto Príncipe (el otro Lewis) contratar una pequeña goleta,la única disponible, algo destartalada y en deficientes condiciones de operatividad.
No habiendo otra alternativa a la mano, se propuso utilizar esta pequeña nave como un transporte auxiliar y nó precisamente como unidad combatiente . La “Bee”como se llamaba la goleta había sido registrada en Filadelfia , enarbolaba la bandera norteamericana y se encontraba momentáneamente inactiva en Puerto Príncipe en espera de conseguir algún contrato de trabajo.
También se logró adquirir por vía de compra otra goleta, la “Bacchus”cuyo capitán había decidido venderla en Haiti al mejor postor para poder solventar ciertos problemas de deudas y la posibilidad de un embargo inminente . Esta circunstancia la aprovecharon los expedicionarios para adquirirla a precio de oportunidad a pesar de encontrarse también en un visible estado de deterioro. De ella se decía en los corrillos, que había sido enviada por los españoles desde Nueva York para mantener un seguimiento al “Leander” y reportar sus actividades, pero nadie le daba crédito a esas habladurías.
No contando los expedicionarios de Miranda ahora con el “Emperor”, se podría al menos usar esas dos goletas como auxiliares para distribuir en ellas parte del personal y alguna porción de carga, dejando así al pequeño “Leander” menos congestionado de como había estado.
Como buques combatientes las goletas no significarían mucho o casi nada, no portaban cañones, eran demasiado lentas para maniobrar y bastante anticuadas, pero al menos servirían como elementos de apoyo , al no haber otras alternativas..

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