miércoles, 10 de febrero de 2010

ARMADA 28


Miranda Precursor.
Filibusterismo de nuevo cuño


Pocos años antes de producirse los movimientos autonómicos en América, las unidades navales españolas destacadas en Puerto Cabello y Maracaibo debieron enfrentar algunas amenazas de invasión. Ya no eran los ingleses los invasores, existía una relativa aunque inestable paz entre España e Inglaterra- después de Trafalgar- siendo esta última potencia quien ejercía la posición dominante en el Caribe. España tenía- claro está - perfecto derecho a defender sus posesiones y nadie se lo impedía, aun cuando había quedado muy debilitada como potencia mundial. Surgió un fenómeno de la época. El “ nuevo filibusterismo” ( llamado en inglés “privateerism” fué una tendencia politico-aventurera característica del siglo XIX, entre quienes figuran personajes ya famosos como los norteamericanos Aaron Burr en el México y Luisiana españoles, Samuel Houston en Texas, William Walker en Nicaragua, y el venezolano Narciso López en la Cuba española) un poco diferente al filibusterismo tradicional de los tiempos de Sir Francis Drake y los piratas ingleses, en cuanto a su concepción, procedimientos y objetivos. El filibusterismo de ahora tenía la forma de expediciones “privadas” o por lo menos aparentaba no contar con el abierto patrocinio de alguna potencia dominante.
La verdad es que ese patrocinio si existía, siempre existió pero en forma velada y encubierta , proporcionado ex-profeso por aquellos (países) que deseaban ver a España perdiendo sus colonias para así aprovecharse indirectamente de ganancias territoriales, nuevas relaciones de comercio además de explotar privilegiadamente los recursos existentes en esos lugares (Inglaterra y los Estados Unidos eran los principales interesados en estas maniobras, aún manteniendo formales-aunque sin duda hipócritas-relaciones con el reino de España. El asunto de la Luisiana y la Florida (controladas entonces por España) figuraba disimuladamente dentro de esa trama truculenta.
Una de aquellas expediciones que podrían fácilmente encuadrarse dentro del “filibusterismo privado”fué la encabezada por el general Francisco de Miranda en el año de 1806. (Miranda es un héroe de Venezuela con méritos propios, nadie lo discute. Llamarlo filibustero podría parecer una forma de irreverencia a su memoria. Sin embargo la historia registra sus actuaciones muy detalladamente y siendo la historia imparcial e intransigente, no puede eximir a Miranda de esa clasificación. Mutadis mutandi , es un caso parecido al de Giuseppe Garibaldi, cada uno en su tiempo y lugar.) Sin duda que Miranda alimentaba ilusiones épicas, nobles y bien intencionadas utopías, tal vez demasiadas, producto quizás de su muy especial personalidad. Un noble aventurero lo han llamado,un alma sobrecargada de inspiración heroica traducida en puro idealismo teórico y exageradamente emocional Un poco de pragmatismo para ciertas circunstancias puntuales no habrían estado de mas en los apasionados esquemas de Miranda y a lo mejor los resultados habrían resultado mas tangibles y menos dramáticos.

(James Biggs, un contemporáneo y que sirvió a sus órdenes en la fracasada expedición a Costa Firme en 1806 analizando posteriormente su comportamiento, afirma que Miranda “es a mi juicio ..más teórico que práctico, tan entusiasta y obcecado que no distingue .....entre el buen sentido y la locura”)
De Francia donde intervino intensamente y llegó a sufrir peligrosos altibajos, Miranda se transladó a la cercana Inglaterra tal como era de esperar. En ese país, ahora convertido por las circunstancias en el centro neurálgico de las intrigas geopolíticas europeas y sobre todo muy interesado en acelerar para propio beneficio el yá evidente debilitamiento de España, cualquier gestión que favoreciera estos propósitos encontraría allí, una acogida oportuna.
Se piensa que Miranda-bien aconsejado- intentó sacar provecho de esta situación. Si no obtuvo un apoyo abierto y masivo del gobierno inglés, fué tal vez porque las miras de su proyecto no eran lo suficientemente convincentes y en cuanto a sus alcances, éstos eran demasiado limitados para el gusto británico, aún cuando se hablara -en términos facilistas - de una supuesta emancipación de la América Española .
Los experimentados ingleses estaban ya curados de esquemas utópicos, y mostraban cierto grado de indiferencia para involucrarse en empresas que por ser de tan pequeña magnitud y alcance, más parecìan simples incursiones “filibusteras” al estilo de Henry Morgan o de Francis Drake en siglos pasados. No es que descartaran de plano los proyectos particulares, escuchaban pacientemente los argumentos , los aprobaban o nó cortésmente y hasta concedían ciertos apoyos materiales, siempre y cuando en ese apoyo no se reflejara el carácter de una abierta intervención militar por parte del Estado ,comportamiento muy responsable por cierto, si se considera la peligrosa estabilidad política de Europa en esos momentos. Se sabe- lo dice la historia -que en Londres, Miranda llegó a entrevistarse mas de una vez con el Primer Ministro William Pitt y se supone –salvo evidencia en contrario- que las proposiciones del americano fueron acogidas favorablemente pero con las debidas reservas del carácter inglés.
Aparentemente Inglaterra no aceptò ejercer el patrocionio directo a la empresa mirandina.Sin embargo cuando Miranda partió hacia Nueva York llevaba consigo una importante suma que aparentemente le había suministrado el gobierno inglés, es decir 6000 libras esterlinas en efectivo y otros fondos adicionales representados en letras del tesoro , todos ellos destinados a equipar una expedición . ¿Era acaso suficiente esa cantidad de dinero para cubrir los gastos de una gran expedición ? Parece que nó...a menos que se acepte la idea ya planteada de que le empresa de Miranda fuese solamente un amago incursor disfrazado de “expedición emancipadora” que solo sirviera para poner a prueba la capacidad de respuesta de España ante amenazas de ese tipo. Esto parecía mas bien un esquema británico muy solapado. A Inglaterra le convenìa en verdad la emancipación de las colonias españolas, y en forma discreta contribuyó con la empresa mirandina, aunque sin concederle demasiada beligerancia a los actores y cuidándose en lo posible de motivar reclamaciones internacionales. A las estaciones navales britanicas de las Antillas llegaron instrucciones de no entrabar en lo posible las operaciones de Miranda, a permitirle el arribo a esas estaciones cuando fuera necesario y a facilitarle los recursos logísticos que éste pudiera solicitar, previa la debida cancelación. Nada gratuito figuraba en esas relaciones . Miranda creía contar ademàs, con la tácita protección de las naves británicas cuando ésto sirviese para garantizar su seguridad personal solamente, quedando claro que nunca se utilizaría dicha protección para inclinar la balanza a su favor en cualquier acción guerrerista.


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