jueves, 11 de febrero de 2010
ARMADA 30
Facsímil del "Leander"
Miranda Precursor.
Travesía de Nueva York a Jacmel
La travesía de Nueva York a Jacmel a bordo del “Leander” y que llegó a durar cerca de dos semanas estuvo plena de contratiempos. No podía ser de otra forma, sobre todo si consideramos aquel principio donde "lo que mal comienza, por definición debe terminar mal”.
Fueron dos semanas de increíble zozobra y angustia. Apenas los serviolas anunciaban una vela en la distancia, sin averiguarse siquiera a que tipo de nave pertenecía, cuál era su procedencia o a cuál nación pertenecía la bandera que enarbolaba, se producía en la tripulación regular del buque una especie de incomprensible nerviosismo,un ataque repentino de pánico, se tocaba rol de emergencia y se cambiaba rumbo apresuradamente tratando de alejarse de la nave desconocida cuyas velas apenas se habìan avistado.
Aparentemente existía un terror muy fuerte de encontrarse con naves francesas o españolas. ¿Cuál era la razón de esta actitud? ¿Estamos haciendo algo malo? ¿Es que estamos siendo perseguidos? ¿Y por qué? ¿Acaso estamos en guerra?.Todas esas preguntas se las hacían los confundidos pasajeros, casi convencidos yá de que su actividad no era tan legal como se les había pintado.Para todos los fines, el "Leander" era técnicamente un buque mercante registrado en Nueva York y que navegaba con bandera y patente de los Estados Unidos. Por eso no se entendía el estado de zozobra de sus conductores.
El día 13 de febrero , una fragata británica la “HMS Cleopatra “ interceptó rutinariamente al “Leander”. Comparada con éste que era un bergantín, la fragata era un buque de porte superior, mejor armada y capaz de alcanzar velocidades mayores. Los buques de guerra ingleses partiendo de su base en Halifax tenían órdenes de patrullar en la zona ejerciendo la autoproclamada función de policía en el mar, como iniciativa propia de la Armada Británica procurando reprimir aquellos delitos que como la piratería y el contrabando eran expresamente perseguidos en el Caribe. Se abrogaban así el derecho de abordar en aguas internacionales a cualquier embarcación no militar, supuestamente con el propòsito de revisar los documentos del buque , especialmente el manifiesto de carga , las patentes de navegación y el listado de tripulantes. Reforzaban así el cumplimiento de una vigente Ley de Navegación (Navegation Act) establecida por ellos hacía ya mucho tiempo, y que tenía el propósito de proteger el comercio británico, negando a buques de terceros países el derecho a traficar con las colonias de Inglaterra.Solo los mercantes ingleses podían hacerlo.
De la inspección hecha por la nave británica, cuyo comandante era el capitán John Wright, y previa demostración ante éste de sus credenciales respectivas , Miranda obtuvo paso libre y la promesa de que en futuras oportunidades no sería molestado por inspecciones inglesas de rutina. Este hecho un tanto excepcional, fué tomado como una especie de reconocimiento a la respetabilidad de la operación mirandina, al menos por parte de las unidades navales de Inglaterra, y que resultó muy útil sobre todo para renovar la confianza y la tranquilidad en aquellas angustiadas personas de abordo, que hasta ahora no habían podido obtener la mas mínima explicacion y aclaratoria sobre el destino de la expedición en que tomaban parte.
Aparentemente, Miranda sí poseía credenciales especiales otorgadas por las autoridades inglesas, sobre todo considerando el trato preferente recibido todas las veces por parte los capitanes de buques de guerra de esa nacionalidad. Sin embargo Miranda no hacía alarde de esa ventaja,posiblemente por compromisos contraídos anteriormente en la misma Inglaterra. Hay quienes han señalado la posibilidad de que el general fuera realmente un agente encubierto del ministerio de colonias, con una misión determinada por cumplir en América del Sur.
Como era costumbre en esos dìas, los marinos ingleses procedieron esta vez a reclutar a un pequeño grupo de tripulantes irlandeses (súbditos británicos) que estaban sirviendo a bordo del “Leander”-para obligarlos por renuentes a servir en la Armada-pero a cambio de éstos entregaron al capitán Lewis, un número equivalente de americanos que habían permanecìdo retenidos abordo de la fragata por infracciones menores anteriormente cometidas en alguna parte. Esta medida de reclutamiento solo fué aplicable a la marinería regular del "Leander",pero en ningún momento llegaron a molestar al contingente embarcado con Miranda.Por cierto que esa costumbre de la armada inglesa de arrebatar tripulantes a buques de terceros países era mal vista por arbitraria. De hecho, esa fué entre otras, una de las causantes de la guerra de 1812 con los Estados Unidos.
Si en lugar de ser una fragata inglesa, hubiera sido un buque de guerra francés o español, los expedicionarios enfrentarían problemas graves, pues no habrían tenido ante ellos ninguna justificación tomada por válida y además , ya las andanzas de Miranda empezaban a ser conocidas. Es sabido que las autoridades españolas tenían larga experiencia en la lucha contra incursiones hostiles de cualquier tipo , por eso no se apresuraban a dar pasos en falso. Convencidos como estaban de las intenciones de Miranda y desconfiando -con mucha razòn - de aquellas desganadas garantías que habían sido dadas diplomáticamente por el gobierno americano para restringirlas, decidieron pues a alertar a todas sus posesiones en el Caribe y en Costa Firme, con suficiente tiempo para que nadie en ellas pudiera ser sorprendido.
Muy equivocado por cierto estuvo Miranda al creer que sus preparativos y proyectos se habìan guardado en perfecto secreto (*). Todo lo contrario. Incluso antes de que el “Leander” arribara a Jacmel, ya los españoles lo sabían todo o casi todo sobre sus intenciones, menos el sitio o los sitios donde se llegaría a producir la incursión. Esto del lugar preciso del ataque era lo de menos, para ellos todo era cuestión de aguardar pacientemente , adonde fuera lo estarían esperando para enfrentarlos con eficacia.
(*)Para los fines legales, el "Leander" figuraba como viajando para Jacmel, Haití a transportar una determinada carga. En efecto, la aduana de Nueva York exigía -como era rutinario- que todo buque antes de zarpar presentara un manifiesto de la carga transportada, el puerto de destino, la lista de los pasajeros y la nómina de la tripulación. Es probable pues, que el coronel William Smith como supervisor que era del puerto, hubiera interpuesto sus buenos oficios para que la tramitación no fuera demasiado rigurosa esta vez . Es solo especulación.
Aún con todas las precauciones tomadas, los informantes españoles estuvieron muy activos y conocieron con detalles la intención del buque y sus ocupantes.
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