domingo, 21 de febrero de 2010

ARMADA 43

Miranda Precursor.
Nuevo Consejo de Guerra.


Fanfarroneando un poco entre sus allegados, Miranda manifestó y sin que nadie se lo preguntara , estar listo para desembarcar inmediatamente en otro sitio de Costa Firme, en las mismas condiciones en que se encontraban ahora, es decir sin refuerzos y sin esperar recuperaciòn aún de los daños sufridos en Ocumare. Ante las miradas atónitas de los presentes, sugirió que el desembarco se practicara en Coro al dìa siguiente. Una bravuconada sin duda lanzada como cortina de humo para ganar la atención y salvar la fachada, procurando recuperar así un poco de su lastimada auto estima.Aceptó sin embargo, ante el silencio condenatorio que de improviso se produjo,escuchar un poco las opiniones de los demás miembros de su Plana Mayor.
Convocó un Consejo de Guerra donde debieron asistir “ todos los oficiales a su servicio.” Mas que Consejo, la reunión parecía una plenaria . El general propuso entonces dos alternativas: la primera seguir a Trinidad para demandar ante las autoridades inglesas aquella ayuda militar y naval –que según él- le había sido formalmente ofrecida (¿?). La segunda alternativa lanzada de los dientes hacia afuera: intentar de inmediato una invasión al puerto de La Vela y capturar seguidamente la ciudad de Coro y su guarnición local.Pura pantalla.
Como era razonable, el Consejo determinó en forma unánime que se debía seguir a Trinidad para reorganizar el dispositivo y lograr la ayuda antes mencionada.
Se rechazó la propuesta de Coro por considerarla impracticable con los medios disponibles y por la amenaza latente de los guardacostas que seguramente estarían patrullando intensivamente el sector, sospechando una nueva intentona de Miranda por ese lado.
El cronista de la expedición, el teniente James Biggs escribe desde Bonaire en una carta a un amigo lo siguiente: “Hasta que lleguemos a nuestro puerto de destino, debemos pacientemente sobrellevar muchas privaciones e inconvenientes. No tenemos mucha agua, ni siquiera la necesaria; estamos racionados a razón de tres pintas por día cada hombre; y así sólo tendremos para veinte días. Nuestro pan, nuestra carne y nuestro puerco escasean mucho y no son de lo mejor. Así, Usted puede comprender que tenemos un sombrío panorama a la vista, a lo que (se) puede agregar que nos batimos contra fuertes vientos y corrientes contrarias en cada milla de nuestro camino hacia Trinidad”.
El camino hacia Trinidad no se hizo expedito, en lugar de escoger y mantenerse una ruta directa que resultara lo más corta posible, todo el viaje se convirtió en una seguidilla de avances y retrocesos provocados por la supuesta necesidad de escapar a cualquier observación o acercamiento de buques que eran considerados automáticamente como potencialmente hostiles. Cada aparición de una vela en el horizonte, aún cuando fuera vista en la extrema lejanía, provocaba en el “Leander” un súbito cambio de rumbo hacia sotavento,con viento de cola, para escabullirse lo mas pronto como fuera posible de ese todavía lejano contacto.
Este proceso vicioso se cumplió repetidas veces , al punto de que la navegación terminó convirtiéndose en una tarea demasiado errática e indefinida, logrando escaso rendimiento hacia su destino proyectado,como queriendo- pero no queriendo -llegar.



Miranda Precursor.
El Leander navega con extrema penuria.


Dos semanas después de haber salido de Bonaire, se comenzó a sufrir severamente la falta de agua y de alimentos, siendo necesario que se ordenara un estricto racionamiento en ambos rubros.
La gente que abordo comenzaba a sufrir de hambre y de sed se resentía amargamente. Todos sabían que estaban muy lejos aún de resolver esas carencias. Todavía estaban a la altura de la isla de Margarita, la veían a lo lejos pero acercarse a ella les estaba vedado por ser territorio español, donde seguramente encontrarían el màs encarnizado rechazo. Al ver sus costas soñaban con remansos de agua fresca, pero ese sueño era solo un perverso suplicio de Tántalo.
Algunos hubo que llegaron desesperadamente a proponer un desembarco sorpresivo en la costa de Margarita con el único propósito de obtener agua y comida, argumentando que era preferible enfrentar cualquier resistencia por parte de los margariteños, que continuar sufriendo la tortura por falta de esos elementos.
El 14 de mayo de 1806 observaron hacia los lados de sotavento un barco desconocido con aparentes intenciones de acercarse dando caza. Como de costumbre se maniobró para colocarse fuera de su alcance. Seguía existiendo el temor de que pudiera ser un buque español o francés, de quienes se esperaba lo peor en caso de caer en sus manos. Por cierto que ese buque daba la impesión de ser el mismo que una semana antes había estado tratando de acercarse y por supuesto no se le permitió hacerlo.

El 15 de mayo volvió a aparecer el buque de nuevo manteniendo con insistencia la cacería durante varias horas, inclusive llegó a disparar cuatro cañonazos a manera de señal. Con plomo peor aún. Las órdenes del general Miranda eran ahora claras, no dejarlo acercar bajo ningún respecto. Hasta que el 24 de mayo por la tarde apareció el mismo extraño buque, esta vez en compañía de otro mas pequeño que entre ambos ahora parecían estar reforzando la caza sobre el “Leander”.
Esta vez sí, sintiéndose totalmente acorralados y cansados ya de seguir día a día alimentando un juego de "gato y ratón" que no terminaba de definirse, se resolvieron por fin a no seguir escapando, no había pues màs remedio que jugarse el todo por el todo enfrentando la situación, armarse de coraje y combatir si era necesario. Era preferible- asi pensaban- morir peleando que morir de hambre y de sed.

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